Desde Toulouse, ciudad al que algún que otro crítico francés llama el 'Memphis' galo, por la calidad, cantidad y sinergías de sus músicos más aventurados, y orbitando, desde hace tiempo, en la Galaxia Aquaserge de Julien Gasc y compañía, surge la figura enigmática y de rostro atemporal de Laure Briard. La Briard debutó bajo el amparo de Bertrand Burgalat con el EP de 5 canciones 'Chante la France' (Tricatel, 2013), una colección que singles potenciales que brindaban al sol con la inicial '180 pages', acercándose con sigilo pero buen pie al pop ochentero bailable con '200 200' o los requiebros de 'Fashion Victim' y , a su vez, estableciendo un puente hacia artefactos venideros desde el aire twee de 'Tatoo'. El manto protector de Burgalat, aún se deslizó por el hombro de la joven cantante francesa, con la inclusión de su 'Fashion victim' en la recopilación 'Tricatel XX' (Tricatel, 2015), acompañada de insignes fieras como Michel Houellebecq, Valérie Lemercier o el mismo Bertrand Burgalat celebrando 'This summer night' junto a Robert Wyatt.

Tras semejante impulso, la carrera de Laure Briard tuvo su debut largo con 'Révélation' (2000 Records, 2015) que gracias al agarre psicodélico de canciones como 'Egoïste' o la belicosa (¡menudo título!) 'Tout es foutu', propició la edición de una cassette limitada y muy especial ordenada desde los cuarteles de la emblemática Burguer Records. Un disco pulido en compañía de gente como Julien Gasc (siempre presente) o Eddy Crampes, y que en su afán de abarcar género y especie, quizás aún adolecía de cierta dispersión, lo que no le restaba puntos al carácter altamente disfrutable de la melodías vintage de canciones como 'Ca va aller' y 'C'est la vie' o el cierre enérgico y vibrante de 'Capbreton'.



Dicho esto, y con apenas un año de diferencia, Laure Briard se propone derretir nuestros corazones con su nuevo álbum, 'Sur la piste de danse' (Midnight Special Records, 2016), una joya de pop sofisticado que remite en sus arreglos a hitos pasados de France Gall o François Hardy (aunque aquella excelencia ya no la veremos) y juguetea con el sonido en una amplia pero coherente paleta, a la manera de una Laetitia Sadier menos alemana y mucho más francesa o, la más cercana a su generación, Melody Prochet (de Melody's Echo Chamber), con quien profesa una admiración mutua. Un álbum que con canciones como la titular (vean el maravilloso video al terminar este artículo), la fantástica 'Dalida' o la delicada 'Droit dans les yeux' (que viene de allí donde se quedó la Carla Bruni pre-sarkozy), por proponer un muestreo conciso de entre sus 12 cortes, sí que logra dar con la tecla de la secuenciación perfecta que echamos en falta en su predecesor. Un disco que no deberíamos dejar pasar por nada del mundo.